viernes, 22 de marzo de 2013

Una ilusión


Afuera es de noche y el frío es brutal. Adentro de la cueva el calor humano apenas alcanza a atenuarlo. El crío suelta la teta de su madre y se trepa al padre, que reposa preocupado pensando en que mañana deberá conseguir alimento, lo distrae, le sonríe, lo hace sonreír. No hay otro lenguaje que el de las sensaciones, algo pasa por el tálamo, es una ilusión que ayuda a los humanos —que siempre estamos solos— a seguir viviendo.

Afuera es de noche y el frío es brutal. Eso no impide que el pueblo se haya juntado en la plaza a ver la final. El pibe, que es hábil aunque algo tímido, recibe la pelota y encara, elude y dispara más allá de las leyes de la física. La parábola se transforma en gol. Corre, festeja, y lo señala al padre. No hay otro lenguaje que el de las sensaciones, algo pasa por el tálamo, es una ilusión que ayuda a los humanos —que siempre estamos solos— a seguir viviendo.

Afuera es de noche y el frío es brutal. Adentro del vagón el calor humano apenas alcanza a atenuarlo. El tren debe recorrer cientos de kilómetros, entonces gana velocidad, se lo siente en el cuerpo, el andar es armónico y la nena se acurruca junto a su mamá. No hay otro lenguaje que el de las sensaciones, algo pasa por el tálamo, es una ilusión que ayuda a los humanos —que siempre estamos solos— a seguir viviendo.