Favea uno, favea dos. Twittea. Lee, lee, lee. Saca ojos de
pantalla. Mira cartel. Lo mira rápido –abreviado- como escribe.
Se sube al gusano metálico en la creencia de que cuando el
cartel dice Mitre es Mitre. Pero a veces el cartel dice Mitre y es Suárez, otro
ramal que comparte, en parte, la vía: http://www.gusanosmetalicos.blogspot.com.ar/2009/10/mitre-o-suarez.html . Ese mismo cartel que a veces dice que
faltan 3 minutos para que llegue el próximo tren y, sin embargo, pasan 7 conjuntos
de sesenta segundos hasta que el número 3 se transforma en 2.
El cartel es parte de la cosmética. Un maquillaje carísimo
para una anciana que está por colapsar. El cartel es también promesa, ilusión,
dicen que la anciana rejuvenecerá (quien sabe, solo le den un DNI de pendeja,
total tienen la fábrica).
El ojo sigue leyendo y, a la vez, mira lateralmente. Pasa un
barrio conocido, pasa otro que no dice nada, hay algo de alarma, el tren no era
Mitre, era Suárez, hay que bajar.
La sensación es rara. Es la de un freno sobre la cabeza. El vértigo interior
contrasta con la sueñera tibieza del sol, con la pereza de un chango con verduritas arrastrado
sobre adoquines, con un taxi que no se apura en frenar y que escucha radio
Colonia.
Un rapto de extraña alegría invade al protagonista, piensa
en dejar todo hoy, comer algo por aquí. En ese momento, entra un mensaje
urgente... y de vuelta a la frenética rutina.