miércoles, 16 de junio de 2010

Bastones blancos

Plena hora pico, una isla de conversación en el océano de cuerpos callados, en continuo movimiento, expulsados de la terminal.

Inevitable mirarlos; dos ciegos charlando. Se reían como ex compañeros de escuela que de pronto se reencuentran.

¿Cómo se habrán reconocido? me pregunto; mientras ellos se cuentan, con lugares comunes, actualidades apenas soportables.

Sus cuerpos, en cambio, reviven pasados realmente prósperos, de adolescencia, de endorfinas, de deseo jamás concretado. Es curioso, lo noto en sus ojos.

Inevitable escucharlos; ella le dice: ésta es mi hija. Entonces, detrás de unos anteojos de vidrio grueso, la nena alza su vista y lo mira tímida. Él extiende su brazo, bastón colgando, y con naturalidad tantea una cara que se deja hacer.

Por último, escucho: ¡qué linda!

5 comentarios:

  1. tomá! quién dijo que no ven??? no ven con los ojos!! y ya sabés, lo esencial es invisible para ellos.

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  2. Que buena historia!
    Que bueno estar y vivirla.
    Tiene razón Agustín!

    Saludos

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  3. Me emociono como boba con estas pavadas. Me conmueven.
    Uno de los murcielagos me contó una vez, cómo terminó cambiando él la rueda de un auto con 4 pibes videntes alrededor. Me dieron ganas de abrazarlo, te juro.

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  4. De las múltiples formas de mirar, de las múltiples formas de sentir. La de ellos, la suya.

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