jueves, 9 de diciembre de 2010

Instrucciones para una experiencia caliente


Para esta época del año, es posible encontrar, en Buenos Aires, un rincón sin ruidos, de calles desiertas, con viento tibio, donde pactar con el diablo.

Hay que beber —aunque no arruinarse— la noche del 24, y el 25, despertar antes de que el mediodía comience a ser olvido (justo cuando el sol parte la tierra y las cabezas de los que asoman). Entonces hay que desafiar al sol y ganar la calle. Ir a una estación de tren y esperarlo mucho (porque el 25, hay trenes, pero tardan mucho). Bajarse en alguna parada ya alejada de las cabeceras, donde unas cuadras bastarán para perder el asfalto bajo la suela. Entonces el viento tibio se volverá polvo y secará aún más la boca sedienta de la cabeza partida y en llamas. Quizá se vea el espectro de algún chico a lo lejos, desafiando la siesta y el desierto, y se podrá, a lo sumo, intuir algún vecino espiándonos, como sospechosos que somos, pero no habrá nada más. Ahí podremos ir siglo y tanto para atrás, y sentirnos don Juan Manuel, derrotado, yendo al exilio, cuando con letra de Andrés Rivera, dijo:

“Hacía calor en la ciudad … las ventanas y las puertas de la ciudad estaban cerradas, como si un viento de peste silbara por las calles de la ciudad, y había un silencio como no conocí otro en esas calles de Buenos Aires, vacías e invadidas por el sol del verano. Era mucho calor, y bochornoso y sé que me miraban, que miraban … miraban el espectro lívido de la derrota en los campos de Caseros … y miro las casas cerradas de Buenos Aires, el viento de la peste que silba en las calles de Buenos Aires, y el sol que cae, como plomo derretido, sobre los techos de las casas de Buenos Aires” (El farmer).

7 comentarios:

  1. Una aventura o un ritual que nos transporta a aquella Buenos Aires perdida en el calor del estío de antaño.
    Una buena idea y un interesante consejo que seguramente aquellos con alas en el corazón y soledades navideñas llevarán adelante pensándose una ciudad pasada y tal vez mejor.
    Hermoso texto.
    Le mando un abrazo

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  2. El calor, la siesta y el verano en Buenos Aires nos lleva a ese sopor, que no tiene tiempo.
    Bien dicho por vos, y bien dicho por Rivera.

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  3. Cuando uno es chico no siente el calor como nosotros (doy por descontado que tenemos más de 25 todos?). Eso es un hecho. Yo no tenía ningún problema en salir a jugar a lo que fuera al mediodía del 25 (o el 1 de enero) mientras el sol derretía hasta los metales. Los padres preocupados y nosotros en otro registro de la vida.
    Ahora, ya transformados en los sospechosos adultos, devenimos con los años en personas altamente sensibles al calor, a la humedad, al viento, a la sequedad, y tal vez mucho más aún a los festejos y su expectativa de compañía.
    Me encantó tu texto S.A.L, exactamente tanto como el de Rivera. Gracias!

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  4. El otro día viajaba en el Sarmiento con un kilo de bola de lomo en la mochila y cuando la abrí se me convirtió en un rico asado. No se puede cree el calor que hace ahi dentro.

    LA CANCIÓN POR LA CUÁL MACRI HUBIERA PREFERIDO ATRAGANTARSE CON EL BIGOTE: "PARQUE INDOAMERICANO"
    http://www.tresbufonesmuertos.com.ar/2010/12/la-cancion-por-la-cual-macri-hubiera.html

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  5. La lectura me trajo muchos recuerdos de los días después de las fiestas, el silencio total, el calor y en este caso esa necesidad de viaje.

    Buenísimo como siempre!

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