Luli es fresca, en el mejor sentido. Su piel suave, sus veinte años, su irreverencia, y otros atributos, le dan un toque seductor que no cesa de usufructuar.
Venía de la facultad, de discutir con un auxiliar docente. Ella decía que no había barreras culturales para que los universitarios interactúen con los obreros, pero lo que más le importaba era contradecir al ayudante, porque le gustaba.
Subió en el último vagón —de asientos ocupados— y caminó por el pasillo. Ya en el tercer vagón vio algunos claros, relojeó con la mirada y se sentó al lado de un lindo pibe, algo mayor que ella, que intuía trabajador de salario bajo.
El estaba prolijo, recién bañado, desbordando desodorante, bien plantado sobre zapatillas llamativas, que hacían juego con la pose canchera.
Antes de instalarse Luli escuchó el reggaeton que brotaba fuerte de los auriculares que llevaba en las orejas, que —como ocurre tan seguido— se convertían en parlantes para todos.
Luli, frente a sus amigos de la facultad que critican esa música (negándole tal carácter), dice que le gusta el reggaeton; pero cuando se junta con su amiga del secundario, a quien sí le gusta, suele denostarlo. Ahora no sabía en qué lugar ponerse.
El la miró, y con gesto natural, quitó un auricular de su oreja y se lo ofreció. Ella, con gesto natural se lo colocó en su oído. El tren arrancó. El sacó una bolsita de nylon, transparente y chiquita, llena de caramelos masticables de muchos colores, extendió su brazo y Luli aceptó el segundo convite consecutivo. El tren siguió su marcha, hubo mucha rima pegajosa en forma de canción, ningún diálogo y algunos ligeros roces de piernas.
Luli toma el tren por cuatro estaciones solamente, él tiene un viaje más largo. Al entrar en el andén de la estación de Luli, ella se quitó el auricular de su oído, se paró, y se lo ofreció. El retrucó, también se quitó el auricular, tomó el mp3 y se lo ofreció. Habló por primera vez. Dijo: —para que escuches buena música hasta mañana. Mismo tren, mismo vagón, me lo devolvés.
Luli, dudó, titubeó, y cuando sonó el silbato, con el mp3 en la mano, corrió hasta la puerta y logró a bajar. Llegó a casa con el reproductor de música de un desconocido, lleno de reggaeton.
Esa noche soñó con el ayudante. Estaba encargado de tomar parcial en la facultad y entregaba un choice de una única pregunta: ¿qué hacer? a) quedarse con el mp3 y jamás tomar ese tren de nuevo; b) volver al tren, entregar el mp3 y huir; c) volver para no huir y que restituir o no el aparato sea lo de menos, d) ninguna de las anteriores es correcta.