viernes, 11 de febrero de 2011

Seguí hasta mi casa

Esteban le contó a Vero que María tenía algo que hacer ese día, que llegaría tarde, que a él le tocaba planchar. Vero dijo, con desparpajo, como quien dice algo que no ocurrirá, -seguí hasta mi casa, así me haces compañía, total son cuatro estaciones más, después te lo tomás para el otro lado y ya, vas a llegar antes que María y todo, con lo prolijito que sos, seguro que tenés todo planchado cuando ella llegue.

En la oficina, la prolijidad de Esteban se entiende bien con la obsesividad de Vero. El tren de regreso es el mejor espacio de expresión que encuentran las hormonas que se generan durante el día. Algún chiste, algún gesto (apoyar la mano en su espalda para que ella mueva ligeramente su cuerpo y permita pasar a alguien que no había advertido), algún elogio (aunque ese elogio sea decirle “prolijito”).

Esteban sonrio y ni amagó a bajarse en su casa. Durante las estaciones robadas a María se rozaron las manos, consecuencia de un pretendido accidente originado en la entrega de un paquete de caramelos. Al llegar, cruzaron juntos el puente que conduce al andén de enfrente. Vino el tren que dejó a Esteban en su casa. Antes de subir se besaron unos instantes, solo eso.
Esteban llegó a su casa antes que María y se puso a planchar.

Algo interfirió en su prolijidad y una camisa de ella resulto quemada.

8 comentarios:

  1. Es de entenderse... había que desahogarse.
    Como siempre, buen cuento!

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  2. Una pequeña compensación de Esteban al hecho de planchar?

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  3. Porque estaría pensando en aquel viaje en lugar de concentrarse en la camisa. No se puede huir de uno mismo.
    Besitos de andén

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  4. hola a todos, gracias por pasar... que poco generoso que fui, no? solo un beso!

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  5. Excelente, la trasmisión de esos sentimientos en el tren se han hecho carne en el relato. Gracias por convidarnos el placer de su lectura.

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