martes, 21 de septiembre de 2010

Bufar y patear

Confunde el tren, mitad apuro, mitad su forma de ser.

Fue hábil para colarse, pero nulo en la necesaria averiguación previa. Ahora ve, con pavor, pasar estaciones de largo —encima es un rápido—. Son estaciones del noroeste, y no de su ansiado norte a secas. El norte en el que lo espera —en vano— la chica del chat.

El tiene el número del celu de ella, pero no tiene aparato y no se anima a pedir uno prestado. Su mente no puede pensar, se dedica únicamente a culpar al tren por no tener un equipo telefónico público a bordo. Luego, advierte su absurda elucubración, se autoresponsabiliza y exonera a los trenes tercermundistas. Más adelante (debería decir, más hacia el noroeste) la bronca cobra fuerza, bufa y patea un asiento. Ve gestos de desaprobación y alguno de temor a su alrededor; con esa patadita perdió toda chance de pedir prestado un teléfono.

Se baja Hurlingham, 15 minutos más tarde de la hora en que había acordado encontrarse en Acassuso y tarda 10 más en convencerse de que le paga la multa al guardia o los de seguridad lo llevan al cuartito. Saca de su bolsillo lo último y compra su libertad.

Corre a un público, coloca una moneda residual y llama. El celular de ella no tiene crédito para recibir esa llamada. Tan bienuda no es, deduce y pierde interés. Recorre el centro de una localidad que no conoce, pensando en cómo colarse para volver.

Se olvida de la cheta, mientras conversa con una promotora de un crédito en el acto, solo con DNI, a tasas siderales.

Veinte minutos más tarde la chica de Acassuso se levanta, se quita el prendedor que la identificaba, bufa y patea la mesa. Se va del bar, entre gestos de asombro, triste, convencida de que otra vez, el candidato pasó por allí, la vio fea y siguió de largo.

9 comentarios:

  1. It's alive!
    Triste pero me gusta. Muy lindo!

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  2. Muy buen remate ¡¡¡ Pobre mina, se autodestrozó la autoestima y él ya está en otro avance.
    Son los riesgos de las citas a ciegas vía chat. WebCam para todo el mundo y abajo los rápidos sin paradas.
    Un abrazo

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  3. qué bueno que volvieron las crónicas! Muy buen final. Vale la pena esperar, pero por favor, nunca más un mes sin escribir! Ale

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  4. Uhh esperaba un final mas feliz, no se si se lo merece!
    Groso
    Un abrazo!

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  5. ¡Pero qué buen regreso! Me encantó, a medida que lo iba leyendo me los imaginaba.
    Y me quedé como medio triste, con el sabor amargo de esa chica.
    Y como dice Petardo, uno siempre espera los finales previsibles pero de todos modos prefiero estos finales.

    Un abrazo, Vir

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  6. Extraordinario. Lograste hacer sentir las palpitaciones en Hurlingham y en Acasusso. Y los bufidos se escucharon hasta en Villa Crespo. Y en una de esas, fue un final feliz. El flaco no tenía ni para invitarla a un café... no podía terminar bien la historia. De ningún modo.
    (que tal si un día de estos nos juntamos y pensamos como compilar tus cuentos de trenes y lo publicamos?)

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  7. Jajajja grandioso!
    Si hubiera sabido él que todo se resolvía con la Costera. Aunque claro, probablemente el final no hubiera sido mejor que éste.
    Ahora, que manera de patear cosas será de dios.

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  8. Gracias a todos, pense que no volverian... y ahi estan. Besos.

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