viernes, 8 de octubre de 2010

El proceso y el resultado


Bajó de la torre de oficinas de ascensores galácticos, con techos de doble altura y guardias en la puerta; atrás había quedado el buen café que tomó en la reunión —fue el único que aceptó el convite, los demás, en situación más tensa, declinaron la oferta—.

Todavía más atrás había quedado ese rato de espera, en el que se dedicó a mirar en soledad la escultura de la sala de reuniones. Una escultura de hierro, montada sobre un soberbio pie de mármol. Era un conjunto bello, de extrema pulcritud, que transmitía armonía y serenidad.

Al Cdr. Suminski lo habían convocado unos clientes —podría no haber ido para nada, y la cosa no se hubiera movido un milímetro—. Sus clientes serían apretados por un profesional de ese arte, con oficinas ya descriptas. El tipo, que hacía pasar su función como una gestión de negocios, había sido contratado por la contraparte de los clientes de Suminiski, en un litigio en el que nadie tenía razón y todos —pero sobre todo los clientes de nuestro protagonista— tenían mucho que esconder.

La cosa es que los clientes de Suminski querían reducir al mínimo posible ese apriete y se ilusionaron en vano con la eventual utilidad de mostrar algunas debilidades contables de la contraparte, para mejorar su posición relativa.

Suminski no era tierno, pero la situación lo doblegó. Demasiada escoria para volver a trabajar ese día. Aprovechó que estaba cerca de Retiro y tomó el tren. No bajaría en la estación de su casa; lo haría una antes, podría ver el río y caminar un poco.

Ni bien los trenes dejan los andenes de Retiro, suelen detenerse uno o dos minutos. El tren de Suminski no fue la excepción.

En general, esa parada fuera de programa permite ver el área de trabajo de Regazzoni, un artista que hizo de los galpones cercanos a la estación su casa y su taller.

Ahí apila todos los desechos ferroviarios que puede encontrar (tuercas, tornillos, durmientes, chapas, semáforos, lo que sea), y que luego dan vida a sus obras. El contraste es evidente, un proceso de elaboración sucio, grasoso, polvoriento, ruidoso, que deviene en una posterior exhibición pulcra y silenciosa, en una galería de arte, o en la sala de reuniones de algún apretador.

¿Será la vida de este apretador profesional, a su modo, una obra elaborada como una escultura? Un proceso sucio de amenazas, miedo, estómagos retorcidos —cuando no, el envío de unos matones— y una posterior capitalización en horas de los mejores hoteles y restoranes, de pasajes en primera, de música clásica en equipos de audio de alta fidelidad, de habanos solamente hechos en Cuba.

4 comentarios:

  1. Muy bueno SAL. Nunca se me hubiera ocurrido hacer semejante comparación y pregunta. ¡Las cosas que puede generar una parada a destiempo!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola SAL:

    Buen relato y descripción del Mr.Cdr.Suminski.
    La conjunción de un creador o artista como Regazzoni, a pesar de parecer un contrasentido, le da al relato una cierta -ingrata-ironía.
    Hay algo de estatua y estructura en cada tipo bueno o jodido.
    siempre algo nos representa en la ciudad.

    Saludos. Me gustó mucho.

    ResponderEliminar
  3. estamos hechos de luces y sombras apareadas, dijo, si no me equivoco, K. Gibrant

    Saludos, Sal, lindo relato

    ResponderEliminar
  4. Gracias Opin (no quiero ni pensar, las cosas que puede generar una parada a destiempo).

    Crónicas, gracias! que bueno que siga en este tren.

    Gracias Pablo, confieso mi ignorancia sobre quien es este bueno de Gibrant. Al margen, el siguiente post se lo debo a Ud.

    ResponderEliminar