jueves, 25 de octubre de 2012
¿y a la mosquita qué le pasó?
La nochecita era cálida.
Buenos Aires estuvo invadida de agua y viento hasta ese día y la primavera, que casi no había asomado, esa noche se reivindicaba.
Retiro estaba poco poblada. En las ausencias de esa hora se adivinaban cuerpos amontonados horas antes, pujando por un lugar en el vagón para llegar a casa con luz de día y, quien sabe, tomar un mate en el balcón.
Entre la luz tenue, y las ventanillas abiertas por el calor, vuela un carnet, una tarjeta, un papelucho. La vista de varios se dirige, entonces, a ese grupo de chicos y chicas de 7 u 8 años que cuentan y reparten sin escrúpulos el botín del día.
Nadie dice nada, y las miradas que se concentran en ellos tienen mas tristeza que bronca.
Entre los chicos, hay uno más pequeño. Tendrá unos cuatro años, y la cabeza en otro lado:
- ¿y a la mosquita qué le pasó? pregunta, y yo caigo en la cuenta que quedó impresionado por la gigantografía de un veneno para moscas en aerosol que acabamos de dejar atrás; ya sabemos que la propaganda manda cruel en el cartel.
- cayó muerta bien muerta. Contesta otro.
- pero, ¿y a la mosquita qué le pasó? Repregunta el chico con la lógica de quien no se representa la muerte aún.
- nada, nada, siguió volando, le dice una chica de su grupo.
- pero, ¿y a la mosquita qué le pasó?
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Hola SAL:
ResponderEliminarLos chicos están más allá de todo; en su lógica no existe ni la representación ni la especulación.
Viven en un presente inagotable ¿no te parece?
Está muy bueno el relato; al adulto le gusta la novedad y al niño la repetición.
Saludos.
(pero la pregunta sigue dando vueltas, ¿como la mosquita?)
tardísimo contesto... gracias y la verdad no se mucho sobre chicos, no he entrado a preguntarme lo que mencionás (no tendría respuesta me parece), sí disfruto cuando charlo con ellos, eso suele ser genial.
EliminarOjalá la poesía de este texto se transmitiera un poco a las miradas acusadoras que abundan (y dañan).
ResponderEliminarSaludos
gracias, Vir (también tardísimo)
EliminarMiralo al pibito... haciéndose el mosquita muerta, pregunta y pregunta y los deja a todos regulando
ResponderEliminarpibito me decís a mi? eh? ah... al del cuento, ok, perdón.
EliminarQué suerte habérmelo cruzado para enterarme de que estaba esta entrada!
ResponderEliminarValió la pena, mire.
Y la escena, como siempre, durísima, cruel.
En el cartel.
y sí, la propaganda manda...
EliminarSi no conociera un poco los trenes del conurbano, diría que es un texto surrealista. Pero claro, es otro espectacular y fiel recorte de la realidad... qué lejos están los pibes de donde dicen que deberian estar. La escuela digo, aunque en los trenes no dejan de aprender.
ResponderEliminarsí, mejor en la escuela y, cuánto mejor, una escuela en serio. El tren está muy lejos de llegar a ese destino. Ojalá cambiemos el rumbo.
EliminarEspero que la "suerte" pueda intervenir para cambiar el futuro de ese chico, que a los 4 años deja ver una sensibilidad especial, discordante con su realidad.
ResponderEliminarUn Sr. armenio muy viejo me dijo que la SUERTE existía y era algo que nacía con alguna gente (tipo la película Matchpoint), le habrá tocado al protagonista de esta historia?
ojalá... yo no lo volví a ver
EliminarLas cosas se pueden contar de mil maneras. En cada una de ellas se jugaran diferentes mecanismos y pulsarán otros resortes. Pero como usted cuenta las cosas, amigo S.A.L., estamos hablando de un tipo de poesía urbana carente de métrica y oculta en una prosa que a mi personalmente me gusta a rabiar.
ResponderEliminarUn abrazo.
gracias, O pin!
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