Cambia el río su color, o ¿cambia el río mismo? en homenaje a Heráclito.
Alguien niega que todo cambie.
Otros, mas osados, afirman que las cosas puede, a la vez, cambiar y no cambiar.
Yo cambié de recorridos y abandoné el tren cotidiano.
Tampoco cambié tanto y un día volví a Retiro. Contaba con que el tren, al salir de la estación, frenaría unos segundos, en esa habitual demostración de silencio, quietud y, de algún modo, muerte.
El tren también cambia. Ahora, tras salir de la estación, se desplaza despacio, muy despacio, pero no frena.
En los pequeños detalles está la pertenencia. Ahora sólo soy el pasado de ese tren.
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ResponderEliminarQue sorpresa! Cuanta filosofia en un tren
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