Llegar a Retiro a las siete de la tarde, para abordar un Mitre que aún no está en su plataforma (sea éste Tigre, Mitre propiamente, o Suárez) depara una curiosidad digna de mención.
Es que, en ese contexto, puede observarse una línea de personas, que forma un ángulo de 45º (o 135, según cómo se vea) con la línea que limita el anden del hueco de las vías. Esa fila recuerda a la que formaban los alumnos de las escuelas municipales dirigidas por esposas de militares.
Es claro, sólo los primeros 10 o 12 de cada fila —iniciada en las marcas pintadas sobre el andén que anuncian que justo allí estacionará una puerta de vagón— tendrá un asiento disponible.
No deja de asombrarme el respeto que se tiene por esa formación humana: se cumple y se hace cumplir. Hay que ver la reacción que tiene lugar cuando alguien intenta ingresar al vagón adelantándose a quienes esperan alineados; un amigo me contó que, en una ocasión, el colado se sentó y lo hicieron dejar el asiento y viajar parado. Comandó el recupero una señora de unos sesenta años, de piel muy blanca, y acento extranjero, que mi amigo supuso alemana, lo que dio por hecho cuando la vio bajar en Villa Ballester.
El otro día me puse a mirar a los compañeros de fila, advertí un tipo que, minutos antes, había saltado el molinete para no pagar su boleto, una chica que esperaba escuchando música pirateada, un pequeño evasor impositivo, una fulana que, de seguro, cruza la calle a mitad de cuadra, un ñoqui de la Municipalidad, un tipo que colocó en su auto un trapito que le tapa la patente, un adolescente que chipea con gran habilidad consolas de videojuegos, un conocedor de cuevas donde venden artículos de contrabando, un gilazo hablando giladas por un celular robado y reinsertado al mercado, un oficinista que exagera gastos de caja chica con habilidad grande, un pasador de quiniela clandestina, luego no me quise mirar. Eso sí, todos respetábamos la cola, nuestro último refugio de legalidad.
otra vez, una descripción impecable de los pequeños ritos o leyes de la vida ferroviaria.
ResponderEliminarGracias Santiago por encontrar un signo de dignidad en esta sociedad tan decadente. Entre los especímenes de la fila, no estaba por casualidad, el típico banana de Belgrano, que hace un MBA en alguna prestigiosa y/o costosa universidad y que se copia en los exámenes de las presentaciones enviadas por los profesores, que descargó en su Blackberry ?
ResponderEliminarY de qué delito se declara ud. culpable? (aunque creo que ud. sabe que nadie está obligado a declarar en su contra!)
ResponderEliminarExcelente; más palabras entorpecerían el comentario.
ResponderEliminarPor adentro estamos todos pudridos. Adentro de uno vale todo.
ResponderEliminarMuy bueno el titulo, eh.
mato y trenazul, gracias. Ale, gracias también y el fulano que decís seguramente estaba en alguna fila. Agustín, no lo tenía de juez inquisidor. PM, será que somos putrefacción en potencia. El título es vendedor, pero también una estafa, eso sí, no tan grave como la de "renunción Maradona a la seleciooooon"
ResponderEliminarMmm
ResponderEliminarNunca ví algo así en una estación de tren.
Será que no viajo seguido en la línea Mitre.
De todas formas me pregunto hasta que punto alguien podría prohibirme entrar a un vagón de tren desde la puerta que yo quiera y en el ángulo que quiera, si no está escrito en ningún reglamento que tengo que hacer fila para tomar el tren.
Distinto sería en la cola de un banco o la cola de un colectivo donde hay una sola forma de avanzar (una sola caja o conjunto de cajas que llaman por orden de llegada en caso del banco, o una sola puerta en el caso del colectivo).
No sé, lo dudaría. Me parece que me mando igual.
Es verdad, es asi.Y aaaaaantes tipo 1980 en las estaciones intermedias de Retiro Tigre tambien estaban marcadas y se respetaban las filas. Ahora solo es en Retiro.Siempre me movi con esta lìnea y hace poco viaje en el Sarmiento y realmente me asuste al llegar a Once fue una estampida de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro, y por unos minutos luchè por salir de la locura...le conte a un amigo y se descostillò de la risa.
ResponderEliminarHola SAL,
ResponderEliminarNos gustaría publicar este post en Oblogo (www.oblogo.com). Si te interesa, por favor escribime a vanesa@oblogo.com así te envío más información.
Saludos,
Vanesa
Muy sencillo: quien salta un molinete, quien no paga su boleto, quien piratea música, quien evade impositivamente, quien cruza a mitad de cuadra, quien coloca en su auto el trapito tapando la patente, quien chipea consolas, quien contrabandea, quien habla giladas por celular robado, quien exagera gastos de caja chica, y quien pasa quiniela clandestina, no perjudica directamente a ningún pasajero; quien no respeta la cola del tren, sí.
ResponderEliminarHace un tiempo también escribí algo parecido en mi blog pero sobre el respeto por las ambulancias en urgencia. Y me faltó otro ejemplo como el que nombras vos. Son difíciles de encontrar: http://www.lacasadelduende.com.ar/el-respeto-a-la-sirena/
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