Su madre entró al cuarto, una fracción de segundo antes de que la autorización del médico terminara de ser conferida. Comenzó a llorar —mejor dicho, retomó el llanto— ni bien lo vio, todo roto. Siquiera notó que él la saludó en inglés.
Él es Maximiliano, tiene diecisiete años y, contra los tempranos pronósticos que se habían formulado, resultó un aplicado alumno del colegio de su barrio. Eso, por las mañanas.
Por las tardes alterna fútbol e inglés. Así conoció a Emilse, su profesora, que lo dobla en edad.
A sus 17 años, Maxi tiene por el inglés un interés que excede el académico. Su profesora lo nota y lo estimula.
Para ir a la charla informativa sobre la carrera de traductorado tomó el San Martín, se bajó en Retiro y caminó unas cuadras. Tenía un vago recuerdo de la zona, muy vago, no iba nunca al centro.
Para la vuelta corrió un poco, no quería atrasarse mucho y si bien no era un viaje largo, estaba con el tiempo justo.
Cinco y cinco estaría llegando a la estación y entraría a clase sólo diez minutos tarde. Estaba seguro que al llegar vería un guiño en el rostro de la teacher que, ya sin ropa, sería la imagen favorita de esa noche.
El tren se detuvo en Palermo primero y luego en Chacarita. Ya eran las cinco y un minuto.
Maxi se aproximó a la puerta más cercana, que , como todas las de ese tren, estaba abierta. La formación pasó por La Paternal en el horario previsto, pero no se detuvo.
Maxi se descolocó, preguntó, le dijeron que era el semirrapido (pasaría varias más sin parar, pero en Hurlingham podría bajar, pagar la multa ¡qué multa! y tomarse otro de vuelta). Maxi no dudó, el tren no iba tan rápido y él era agil, y pegó un salto.
Él es Maximiliano, tiene diecisiete años y, contra los tempranos pronósticos que se habían formulado, resultó un aplicado alumno del colegio de su barrio. Eso, por las mañanas.
Por las tardes alterna fútbol e inglés. Así conoció a Emilse, su profesora, que lo dobla en edad.
A sus 17 años, Maxi tiene por el inglés un interés que excede el académico. Su profesora lo nota y lo estimula.
Para ir a la charla informativa sobre la carrera de traductorado tomó el San Martín, se bajó en Retiro y caminó unas cuadras. Tenía un vago recuerdo de la zona, muy vago, no iba nunca al centro.
Para la vuelta corrió un poco, no quería atrasarse mucho y si bien no era un viaje largo, estaba con el tiempo justo.
Cinco y cinco estaría llegando a la estación y entraría a clase sólo diez minutos tarde. Estaba seguro que al llegar vería un guiño en el rostro de la teacher que, ya sin ropa, sería la imagen favorita de esa noche.
El tren se detuvo en Palermo primero y luego en Chacarita. Ya eran las cinco y un minuto.
Maxi se aproximó a la puerta más cercana, que , como todas las de ese tren, estaba abierta. La formación pasó por La Paternal en el horario previsto, pero no se detuvo.
Maxi se descolocó, preguntó, le dijeron que era el semirrapido (pasaría varias más sin parar, pero en Hurlingham podría bajar, pagar la multa ¡qué multa! y tomarse otro de vuelta). Maxi no dudó, el tren no iba tan rápido y él era agil, y pegó un salto.
las cosas que hacemos por amor (si pudiéramos llamarlo de esa manera)!!! te juro que se me aflojaron las rodillas al leerte.
ResponderEliminartodos tus relatos dejan un sabor distinto cada vez!
qué relato, por diossss
ResponderEliminarme encantó! y me erizó toda
bueen blog, te linkeo yaaa
besote
tengo que seguir escribiendo acá una y otra vez que las historias están buenas? no será repetitivo? bueno, juntemos fuerzas, escribamos, así el autor ve que lo suyo va bien y sigue y sigue. supongo que mientras estemos leyéndolo y mientras los trenes anden, la cosa va a funcionar.
ResponderEliminarHace muy poco vi un video argentino con una situación triste de un sujeto joven, al borde de las vías, lamentando el paso fugaz de ese tren que le llevó las posibilidades de veredas, zapatillas y corridas. Lo más triste, en verdad, era la fingida simpatía e interés del policía que aparentaba socorrerlo... mientras filmaba su sufrimiento con un celular.
ResponderEliminarTu texto puso belleza (si puede haberla) en una historia similar, pero con un propósito seguramente más noble, y con el hermoso encanto de una historia de amor detrás.
Muy bueno Santiago, cómo siempre. y adhiero a lo de mato, hay que seguir diciendo lo que uno siente por más que sea repetitivo. seguí escribiendo. ojalá en tus vacaciones haya muchos trenes e historias para contar.
ResponderEliminarbueno, gracias a todos, el maquinista seguirá en su puesto, acá no hay ramal que para ni ramal que cierra
ResponderEliminarodio cuando pasan esas cosas. maxi podria haber mandado un mje de texto "im late" y todo terminaba en la cama pero no de un hospital.
ResponderEliminargracias por pasar. beso, te sigo
matilde